miércoles, 14 de marzo de 2012

Quién espera… no debe desesperar

Por Isabel Pérez Fernández Medina
Dicen que el miedo es libre y es verdad. Aunque nosotros tenemos que intentar privarle de esa libertad, porque sino nos anulará por completo y estaremos a su merced. Todo esto viene a cuento porque estoy en una sala de espera de un gran hospital, con un invierno cruel fuera y los nervios a flor de piel. Espero los resultados de la revisión médica a la que vengo sometiéndome cada seis meses, desde hace ya tres años. No sé como lo llevarán las personas que estén en mi misma situación, pero a mí me cuesta mucho darle esquinazo al miedo. Intento mentalizarme de que todo va a ir bien (y así será seguro) pero que pesadito se pone el "condenao". Para procurar darle esquinazo y como todavía tengo tiempo antes de entrar en la consulta, decido dar una vuelta a ver si me tranquilizo. Me dirijo a la cafetería y es curioso lo que observo fuera en la puerta un corrillo de médicos y enfermeras fuman, como si se les fuera la vida en ello. No puedo evitar acordarme del refrán favorito de mi abuela: "consejos vendo y para mí no tengo". Una vez dentro pido un descafeinado para no alborotar al sistema nervioso que está un poco rebelde. Me siento en una mesa y me distraigo observando. Los clientes son numerosos a esta hora de la mañana. Muchos vendrán de hacerse una analítica, para ver los niveles de colesterol, entre otras cosas, gran parte de ellos. Como no han podido desayunar en casa por el dichoso análisis se dirigen con paso firme al autoservicio, cogen una bandeja y poco a poco van avanzando posiciones, hasta llegar al producto de más éxito del establecimiento a esta hora: churros y porras,¡total como ya nos han analizado!...mira que somos curiosos los seres humanos.

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